Nuria era una niña afable y soñadora que se había levantado de la cama aquel sábado
con la intención de encontrar un lugar en el que sus hermanas mayores no la
incordiaran o la echaran de mala manera. Buscándolo, se acurrucó en una esquina,
mientras se daba ánimos pensando: ¡Venga, Nuria, que ése es el último lugar! ! Esa
esquina será tuya no te la quitarán!
Cogió la silla en una mano y su muñeca en la otra y se sentó frente a la esquina situada
detrás de la puerta, entablando amistad con ella.
Los días pasaban y, cuando Nuria llegaba del colegio, se sentaba en su esquina y le
contaba todas las cosas del cole; jugaba con ella como si fuera una amiga muda. Un día
estando acurrucada en la esquina, oyó una voz dulce que parecía surgir de la pared:
- Nuría, no te asustes, soy yo, tu amiga la esquina. Necesito tu ayuda.
La niña, apunto de gritar y con la boca abierta de asombro, miró a su nueva amiga. No
podía creer lo que pasaba y se pellizcó para asegurarse que no estaba dormida, la voz
continuaba hablando:
- Vamos, reacciona, que no queda mucho tiempo. Atiende lo que voy a contarte:
en el mundo de los sueños hay un sueño bueno de aventuras maravillosas y de
múltiples colores donde los niños lo pasáis de maravilla, os reís y jugáis con
vuestros amigos. Con las carcajadas despertáis a vuestros asombrados padres.
Pero también hay sueños malos que os producen verdadero terror. En éstos una
imagen se repite en casi todas las pesadillas: un pozo negro y oscuro, donde los
niños caéis, y por más que os agarráis a sus paredes, no lográis frenar la caída.
Solo la caricia de vuestros padres os salva al despertador, inundados de sudor y
llorando. Este sueño malo quiere adueñarse de los niños haciéndolos tener
pesadillas terroríficas, impidiéndoles conciliar un buen sueño. Si lo consiguiera
sería terrible porque entonces los niños, al no poder descansar, estaríais siempre
tristes y temerosos. Se terminarían vuestros juegos, la risa y la alegría. Sólo una
niña valiente como tú puede terminar con él, haciéndole desaparecer del mundo
de los sueños. Para ello debes dormirte y, cuando te persiga, procura llevarlo a
un pozo, debes engañarlo y hacer que caiga en él.
Aquella noche Nuria se tardó en dormir, impresionada con lo que le había contado la
esquina. Por fin lo consiguió y, al poco tiempo, se vio transportada en sueños a un
bosque de árboles muy altos que parecían querer tocarla. Horrorizada, empezó a correr
sin mirar por donde iba. Por detrás sintió que alguien le seguía. Miró y vio una sombra
negra espantosa que corría hacía ella. La niña pensó que era el mal sueño que trataba
de agarrarla. Tenía que hacerle alguna faena rápida y engañarlo tal y como le había
dicho la esquina.
Entonces se le ocurrió que, en aquel bosque, tendría que haber algún pozo o precipicio
en el que podría caer la pesadilla y lo que debía intentar era encontrarlo y hacer que el
mal sueño cayera en él. Así, con los ojos muy abiertos, adivinando más que viendo por
donde corría, daba saltos y, agitada, veía por el rabillo del ojo a la espantosa sombra
pisándole los talones. De pronto tropezó, cayó al suelo y, angustiada, pensó que era su
fin: la sombra iba atraparla.
Al caer, y debajo de una rama de un árbol que había caído al suelo, descubrió un
agujero negro al que iba a caerse. En el último momento consiguió agarrarse a la rama
y quedó colgando en el vacío, Al momento sintió que, la amenazadora sombra que le
seguía, tropezaba también y caía al fondo del pozo dando un grito terrible. Nuría, con
los huesos doloridos, trepo por la rama y consiguió salir de aquel agujero. Temblando,
se sentó en el suelo. Al mirar alrededor, vio asombrada que los árboles tenían flores y
sonreían y los pájaros anidaban en sus ramas y todo tenía un colorido maravilloso.
Nuria comenzó a reír brincando de alegría. Se olvidó que el agujero seguía allí y volvió
a tropezar; ahora sí que cayó dentro, mientras caía, oyó una voz conocida y acogedora
cada vez más cercana:
- Nena despierta.
- Era su madre que, dándole un beso, la despertó y le rescató de esa pesadilla.
Al día siguiente, Nuria no sabía muy bien si todo había sido un sueño y, dudando,
miraba a su esquina. Se sentó en su sitio habitual y volvió a oir la voz que le dijo:
- Nuría, soy yo tu amiga. Esta noche conseguiste destruir el mal sueño porque
fuiste muy lista y valiente. Al caer en el pozo desaparecido, ya que él no tenía
ninguna mano amiga que lo sujetara; en cambio tú sí, tienes a tu madre. Y,
aunque las pesadillas continúen, ya no volverá ese mal sueño que quería
apoderarse de los niños.
La voz se apagó. Nuría cogió sus juguetes y comenzó a hacer la comidita para su
esquina y para ella. A partir de entonces siempre tuvo un lugar y una amiga. Sus padres
y hermanas nunca entendieron esa manía suya de sentarse detrás de la puerta con el
peligrote que al abrirla le dieran un golpe. Pero, al verla tan contenta en su esquina, le
dejaban jugar en ese lugar y, aunque los años pasaban contaba a su nueva y extraña
amiga, la esquina, sus enfados con otras y, como no, sus alegrías.
A Nuría le parecía imposible que sus hermanas, que siempre le fastidiaban quitándole
todos los sitios de la casa por ser la más pequeña, ya no lo hacían, y además, cuando
ella daba su opinión, era respetada como otra más de la familia. Ya no le mandaban
callar y si tenía razón se la daban. Todo se lo tenía que agradecer a su esquina, que
siempre le aconsejaba y le hacía razonar sobre todos los problemas.
(Covadonga 1989)
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